¿Has visto Pinocho? Sí, la película infantil de un muñeco de madera que, cuando mentía, le crecía la nariz. ¿Recuerdas a Pepe Grillo? Uno de sus personajes que, después, se convertiría en un ícono de la industria. Este particular personaje, un grillo parlanchín, que hacía las veces de conciencia de Pinocho, era quien le aconsejaba al momento de tomar decisiones importantes. Sin embargo, es común que se confunda la conciencia con la ética o la moral; en realidad, va mucho más allá. La conciencia hace referencia a un estado de alerta donde nuestros sentidos y nuestras capacidades cognitivas nos permiten tomar decisiones. Parte de ese estado de alerta incluye un determinado nivel de auto-conciencia (es decir, quienes somos o en qué circunstancias estamos) y, por consecuencia, un nivel de autoconocimiento (nuestras preferencias y nuestros rasgos de personalidad). Esto indica que, necesariamente, todos tenemos nuestro Pepe Grillo.

No es una sorpresa que tomemos nuestras decisiones importantes basándonos en nuestra conciencia de quiénes somos y qué queremos. Inclusive, parte de los rasgos de nuestra conciencia están genéticamente determinados y, por ende, no los podemos obviar. A nivel neurológico nuestro cerebro tiene cuatro cuadrantes:

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Por la naturaleza de nuestro cuerpo, de todo lo que tenemos dos o más (órganos y extremidades) hay uno que es el dominante o más eficiente que los demás. Por ejemplo, hay una mano dominante (con la que escribimos), una pierna, un pulmón, un ojo, un riñón… esto quiere decir que con menor cantidad de recursos hacen su trabajo, incluso, mejor. Y… el cerebro no es la excepción a esa regla. Uno de esos cuadrantes es dominante. Ese estilo de pensamiento será la primera tendencia con la que enfrentarás el mundo. Y esto es una condición genética… ¿o acaso tus papás te desarrollaron más un pulmón que el otro?

Volviendo a nuestro tema de la conciencia, la dominancia cerebral es como la nuestra. Esas habilidades relacionadas con nuestro cuadrante dominante serán aquellas que disfrutaremos poner en práctica y sobre las cuales tomaremos nuestras decisiones (a veces, insconcientemente). ¿Te has preguntado por qué tienes una mayor tendencia a los números y no disfrutas lo relacionado con las emociones o las relaciones? O ¿por qué se te dificultan tanto las tareas repetitivas y prefieres lo relacionado la creatividad? Estoy segura de que te has hecho esta pregunta alguna vez. La razón es simple: venimos genéticamente equipados con un paquete de habilidades potenciales y, un paquete particular donde seremos menos eficientes (no te preocupes, a todos nos pasa).

Conocer cómo es nuestra Estructura de Pensamiento generará un mayor nivel de auto-conocimiento para tomar mejores decisiones que, a veces, dejamos en manos de otros o se ven afectadas por nuestra ignorancia acerca de nosotros mismos. Estamos hablando de todo tipo de decisiones: decisiones profesionales, si te encuentras en un momento de confusión o inseguridad; decisiones familiares, en caso de que quieras entender dinámicas familiares o con personas cercanas y resolver problemas; y decisiones personales, relacionadas con tu propio ser y crecimiento individual.

En el mundo de hoy se hace cada vez más importante entender quienes somos, qué nos va a hacer felices y para qué somos buenos. Tenemos tanta información, tantas posibilidades y hay tantas personas que la necesidad se hace cada vez más evidente.